5 jul 2013

LO QUE DIJO AQUEL CANTANTE PUNK

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Juro que, por extraño que os parezca, lo que os voy a contar se lo oí decir de su propia boca al cantante de un archi conocido grupo punky mientras les desmontaba su batería después de un concierto en otoño del '81. Palabra.
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Por aquel entonces yo curraba montando escenarios y preparando los equipos de los grupos que venían a tocar a Oviedo para sacarme unas pesetas porque se me había metido lo de la moto entre ceja y ceja.
Yo no quería ir a la mili bajo ningún concepto pero parecía que no me quedaba otra hasta que conocí a Maria Luisa "La Gueisa".
De crío yo pensaba que "gueisa" era el femenino de "gay", es decir, que las gueisas eran mujeres que gustaban de otras en lugar de otros. Y continué creyéndolo durante mucho tiempo hasta que la conocí y ví que le gustaban más los rabos que a un tonto una peonza. Eso me hizo replantearme el tema profundamente y concluí no podría salir de dudas por mi propio pie, así que tomé una decisión de imbéciles (pues sólo los imbéciles preguntan y, por tanto, sólo ellos salen de dudas) y se lo pregunté directamente a Maria Luisa.
Resulta que la llamaban así porque en su pueblo había adquirido el arte de deformar los pies a base de martillazos. Yo le pregunté cómo iba el tema y a qué se debía y ella me respondíó que le aplicaba una serie de golpes diarios y sistemáticos a los empeines de los hombres que no querían ir a la mili hasta que las plantas de sus pies dejaban de tener puente y, en consecuencia, se libraban del servicio.
Al instante le supliqué que deformara los míos también y desde aquel día me pasaba por su habitación en el motel Europa todas las tardes de 5.30 a 7.45. Ni un minuto más ni un minuto menos. Entraba por el portal ocultando mi cara bajo una gorra porque no quería que me identificasen con un ser tan horrendo y repugnante.
Al cabo de unos días mis pies estaban morados y ya no tenían sentido. La escasa carne se espachurraba contra las venas estalladas pero yo ya no sentía nada porque todo el conjunto estaba muerto, insensible como las uñas y además tenía un aspecto horrible. Olía todo el rato a gangrena o a calcetín sudado con sangre reseca.
Además de su abusiva tarifa y las lamidas a su sucio y podrido culo con almorranas, me dejé un dineral en calcetines y trapos pero en el fondo yo estaba feliz con mi moto y no-mili en mente.
A los 4 meses ya era un tipo de andares extraños a causa de mis pies planos y pude volver a trabajar como pipa sin miedo a ser reclutado. Parecía un subnormal.
En el oficio de montador aprendí toda clase de maldades y los entresijos del mundillo musical. A veces me confundían con un rockero (porque me vestía como ellos adrede) y me ganaba una rápida mamada entre amplificadores. Jódete nena, yo sólo desmonto baterías jajajajajajajajajajajajajajaja.
Luego vino lo del espiz y el caballo y la discusión con papá y los disparos a boca jarro y, claro, uno pierde la cabeza y el hilo de la historia que se propone contar en un principio.

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