9 abr 2012

TRES TRISTES TIGRES

En un bar hay tres banquetas y, en cada una, un tigre sentado
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Banqueta 1

En la primera banqueta hay un tío inquieto. Desde hace días tiene pendiente de hacer una llamada de teléfono y no sabe cómo afrontarla. No encuentra el momento de marcar el número y ha venido a beber un par de tragos para aligerar nervios. Por centésima vez comienza a ensayar su alegato fingiendo una conversación con las posibles respuestas por parte del otro (o la otra, quien sabe) para que, llegado el momento, la mente no se le quede en blanco ni la boca demasiado pastosa. Tal es su empeño que utiliza como teléfono su propia mano con el pulgar y el meñique extendidos, pero la conversación no va bien y la situación se complica hasta el punto que el primer tigre no aguanta más y cuelga con todas sus fuerzas harto ya de tanta gilipollez, con tan mala suerte que había olvidado que el teléfono no era más que una extensión de su brazo
porque los teléfonos ni sangran ni duelen cuando se lanzan contra una pared.



Banqueta 2


El segundo tigre quiere teñir el cielo de rojo. Quiere explotar y llenarlo todo de vísceras y sangre y que, de repente, sople una brisa cálida que seque toda esa carroña viscosa. A poder ser, le gustaría explotar sobre un montón de gente vestidade blanco o alguna pared recién pintada y le da igual que al pasar le siga unséquito de murmullos insultantes.
Se imagina el muérdago navideño de las puertas regado de sangre y de bilis o salpicado por la mierda expulsada a propulsión de su intestino reventando. También le hace gracia que su fémur pueda convertirse en una especie de estrella ninja y atraviese la cabeza de un portero de discoteca, por ejemplo.
El segundo tigre solo quiere joder; transformarse en un firmamento corrosivo y feo; ser la constelación más hija de puta.


Banqueta 3

El tercer tigre no es tan profundo porque no le invaden ideas apocalíptico-celestiales ni tampoco discute con nadie, simplemente está ahí, en la tercera banqueta, bebiendo. Justo a la altura de su cara el espejo está empañado y de la bandeja de pistachos que el camarero le ha puesto solo se ha
comido dos. Lo peor de un bebé con mejillas rosadas es que el rosa es un color de maricas. Al tercer tigre le duele el culo de estar sentado en la misma banqueta. Si no tuviera una raja en el medio, a estas alturas ya habría adoptado la forma de ésta. Carraspea pero no escupe, porque sería una marranada, así que se traga su propio japo notando el moco escurrírsele despacio por la garganta. Y para hacer más soportable tan ácido bocado: su bollo de pascua; su pastel de cumpleaños, apura hasta la última gota de su vaso y de repente lo muerde y los trozos de cristal se le hincan como unas garras de bestia en las encías que se abren como la fina pulpa de una fruta que rebosa zumo y el sabor de la sangre se confunde con el del licor y le riega toda la cara hasta el mentón y le ensucia los cuellos de su camisa color crema y se va a estirar las piernas enjugado por dentro y por fuera y con más vidrio que dientes.

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